EmocionesPsicología feminista

Lo emocional es político. Resignificando un lema del feminismo desde la emoción


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Lo personal es político o lo privado es político, ha sido un argumento del feminismo que nos lleva a considerar la influencia de la estructura social y política en las experiencias personales. Esto es, que lo que te pasa a ti, no te pasa sólo por ser tú. Te pasa porque vives en un sistema social, con una serie de exigencias, presiones y normas. Pero además, no te pasa solo a ti, es compartido, así que ha de ser político, ha de ser considerado algo social, algo importante, algo que cambiar socialmente, que no sólo es una cuestión individual o tengas que resolver por tu cuenta.

Las mujeres por el hecho de serlo, vivimos en culturas que nos presionan, agreden y violentan, que nos colocan estereotipos y normas sociales a las que tenemos que responder, que nos castigan cuando no respondemos a ello, o incluso nos diagnostican locas cuando elegimos otras opciones. Las personas que nos salimos de una norma (la heterosexual, la blanca, la de clase, la de identidad); que nos salimos de cualquier media o normalidad, somos presionadas por el sistema social a volver al camino marcado por la misma.

Identificar como político algo que pasa a un colectivo social, deja de hacerlo sentir individual, le da un sentido compartido. Pero a la vez, no ha de hacernos olvidar que lo que sentimos individualmente, no se diluye por sí mismo en el hecho de ser compartido.

Un riesgo que podemos cometer al politizar las opresiones, es pensar que el hecho de generar esa concepción política, social; que el hecho de compartir opresión por si misma, nos libera de la vivencia personal, y sobre todo emocional que significa traspasar la norma. Compartir alivia, da identidad, pero hay ocasiones en que no es suficiente con identificar que lo que me pasa a mí, les pasa a muchas ahí fuera. También necesito poder experimentar emocionalmente, transitarlo, poder masticar, tragar y asimilar lo que me pasa a mí por dentro con respecto a eso.

El patriarcado ha sido una de las fuentes principales por la que hemos separado la concepción de nuestra mente y de nuestra emoción, como si fueran divisibles. Pensamos en dicotomías, y a la vez, en jerarquía. Cabeza-corazón, racionalidad-sensibilidad, mente-cuerpo. Las primeras, más valoradas que las segundas.

Y desde el pensamiento, desde la racionalidad, desde la cabeza, desde la mente, seguimos generando múltiples teorías de estas opresiones… donde sin darnos cuenta, perpetuamos esa dicotomía. Porque siempre que sólo creamos teorías racionales, seguimos minusvalorando la importancia de la emoción, de nuestros cuerpos, de nuestra intuición, de nuestras señales internas.

Por eso, colocar el mundo emocional personal en la agenda feminista es vital, para poder llevar a la práctica lo que estamos revolucionando en la teoría. Por eso, no es suficiente con crear teorías colectivas si no tenemos espacios donde poder vivir y transitar emocionalmente lo que cada una necesite. Por eso, para mí, y otras muchas profesionales que trabajan el aspecto emocional, no solo lo personal es político, sino que nuestras emociones, esas señales tan importantes para conocernos a nosotras mismas, también lo son. 



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Lo emocional es político, porque es el resultado de la presión de las estructuras sociales de opresión, que expresamos como malestares en nuestro cuerpo.

Porque esa angustia que acumulas, ese nudo en el estómago que llevas contigo, esa carga en la espalda que arrastras, esa rabia contenida de años, esa tristeza normalizada en tu día a día, esa culpa que te martillea constante, a veces no son solo «cosas tuyas». A veces son resultado de una sociedad que no te está dejando cuidarte, de una estructura laboral que te está sobrecargando, de una relación jerárquica que te está aplastando, de una relación personal que te está maltratando, de una cultura que está poniendo sobre ti la culpabilidad.

Lo emocional es político porque el patriarcado solo ha valorizado la razón, el pensamiento y la lógica. Y así desde la teoría feminista avanzamos, pero a veces hay contradicción con nuestras emociones y vivencias.

Porque el mundo emocional, considerado tradicionalmente «femenino» (de forma errónea), sigue siendo aquello que no importa. Eso que «ya se te pasará», eso que «son cosas tuyas», eso que se puede «medicar para callar». Y aprendimos tanto a taparlo por debajo de la razón, que lo minusvaloramos; y leemos y creamos teorías, creyendo que con eso vale, aunque nuestra práctica incluso sea incongruente. Por eso nos aferramos a un pensamiento desde el que discutir con otra persona antes que descubrir lo que nos pasa internamente, genuinamente, hacia dentro. Como si el patriarcado solo le influyera a los demás, pero no estuviera (también) en mí.

Lo emocional es político porque poner nuestras emociones en el centro de la vida, nos ayuda a saber dónde queremos estar, qué nos hace daño, nos enseña límites y barreras y nos permite escuchar nuestra voz interna y propia.

Porque las emociones no nos mienten. Porque todas las emociones, incluso aquellas que seguimos denominando malas (vs. buenas, como si el amplio abanico de emociones que sentimos también fuera dicotómico), nos dicen qué está pasando por nuestro cuerpo. Porque esa rabia que nos dice lo que nos está haciendo daño, esa tristeza que nos invita a pedir compañía, ese miedo que nos lleva a protegernos de peligros, no son malos si nos ayudan a cambiar la situación en que vivimos.

Porque durante siglos se ha tapado con ruido externo lo que nos pasa por dentro, para hacernos olvidar el criterio propio.

Porque a las mujeres nos han inculcado cuidar las emociones de las demás personas más que las propias, para confundir nuestros deseos y necesidades con los de fuera.

Porque el patriarcado ha tratado de borrar de nuestra historia el aprendizaje de la intuición, la escucha de nuestros cuerpos, la sabiduría de nuestras emociones.

Porque el feminismo que sentimos, que llevamos a nuestra vida, que llevamos a nuestras relaciones, es el que se queda con nosotras.

Sólo colocar en el centro de nuestra vida la emoción, puede ser verdaderamente una revolución.



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Para saber más sobre salud mental y feminismo: «Nos llaman locas». (Estébanez, 2017).

Para repensarte lo emocional desde la psicología feminista: Terapia y Psicología feminista

Para llevarlo a la práctica: Grupo de Psicología feminista «Lo emocional es político». 



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